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7 de noviembre de 2023

LA INQUILINA DE WILDFELL HALL

Anne Brontë
Anne Brontë. 1848
Después de muchos años de abandono, la ruinosa mansión de Wildfell Hall es habitada de nuevo por una misteriosa mujer y su hijo de cinco años. La nueva inquilina, Helen Graham, se presenta como viuda, muestra un carácter retraído, poco sociable, misteriosa y de opiniones radicales. La envuelve una extraña triste belleza. Pronto pasa a ser el centro del chismorreo y de las calumnias de la vecindad por un lado y, por otro, también despierta la admiración de un joven e impetuoso granjero acaudalado. Y es que la mujer tiene un pasado terrible y tormentoso...
Sin llegar a la altura de sus hermanas, Emily y Charlotte, la pequeña de las Brontë nos regala una novela bastante adelantada para su época y con una crítica social muy afilada. La novela fue considerada en la época como un escándalo, pues mete el dedo en la llaga en temas como el alcoholismo y la adicción, llevando a la degradación del propio adicto y a infringir malos tratos a las personas que le rodean. 
La novedad que encontramos en esta obra es la fortaleza que dota al personaje femenino: la protagonista es virtuosa, independiente y con un fuerte dominio de sus emociones, manteniéndose siempre fiel a sus principios. 
La narración tiene un fuerte contenido religioso que a veces puede resultar pesado y repetitivo, lógico tratándose del origen de la escritora (su padre era clérigo y vivió en un ambiente de moralismo protestante) y, otras veces, la lectura resulta inocente ya que se trata de la segunda y última obra de Anne, pues la muerte la sorprendió tempranamente.
Es una novela que se lee muy bien puesto que propicia a seguir con interés la intriga. Nos encariñamos con los protagonistas gracias a la profusión de detalles y las descripciones precisas crean una muy buena ambientación. 





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