Mary Cholmondeley. 1899.
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Hester y Rachel, las protagonistas, encarnan la lucha interior de la escritora, sus inquietudes personales y profesionales. Ambas mujeres son reflejo de los pensamientos, ilusiones y sentimientos de la época canalizados por la propia autora.
Cholmondeley nos hace participes de sus dos búsquedas personificadas por medio de sus dos protagonistas: primero, Herster con sus aspiraciones y las ansias de plasmar sus pensamientos, intentando poner por escrito la fusión que siente con la naturaleza, buscando palabras que expresen sus sensaciones: "Al ponerlo en palabras convierto todo en un tópico [...] a veces intento durante más de media noche encontrar las palabras [...] Pero no hay palabras [...] y al final recurro a algún símil basto"... es el deseo de alcanzar el arte y encerrarlo en unas palabras, el reto al que muchos genios se han enfrentado, su eterno sufrimiento; segundo, Rachel en su persecución del amor verdadero, donde prima la confianza absoluta.
La lectura de la novela es enriquecedora, culta y exige concentración para no perderse ningún detalle, pues al ser muy metafórica se corre el riesgo de no llegar a saborear la profundidad con la que la escritora nos guía por los complejos sentimientos humanos.
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