LA MADONA DE LOS COCHES CAMA

Maurice Dekobra. 1925.

Estamos ante una desinhibida y temprana novela de espías (pues este género no despegó hasta la Segunda Guerra Mundial), mezclada además con una trama de amores prohibidos y de engaños, con guiños a la novela de aventuras, donde el humor está presente en todas sus páginas.

Dekobra echa mano en ocasiones a su faceta de reportero internacional y pone en boca de sus personajes reflexiones un tanto cínicas sobre la política mundial del momento, revelándose su crítica visión del bolcheviquismo.

Lady Diana Wynham y el príncipe Gérard Séliman son los protagonistas de esta novela. La primera es una viuda aristócrata y arruinada; el segundo es su secretario que ofrece sus servicios gratuitamente para salir del tedio en el que vive.

Lady Wynham, viéndose en la ruina, decide explotar el yacimiento petrolífero que su marido adquirió tiempo antes de morir. La cosa se complica porque dicho yacimiento se encuentra en la Rusia bolchevique. Séliman deberá acudir en representación de la dama para conseguir los preciados permisos de explotación que la sacarían de la bancarrota. Esta sencilla tarea, se convertirá en una alocada y disparata aventura con crímenes, triángulos amorosos, viajes en el Orient Express, conspiraciones, encarcelamientos, rescates y reencuentros inesperados.

Como nota curiosa, el escritor eligió como seudónimo Dekobra (dos cobras), nombre con el que sería conocido en todo el mundo, por un encuentro con un encantador de serpientes en Nepal, siendo el primer reportero reconvertido en escritor. La novela lo catapultó a la fama, vendiendo millones de ejemplares en todo el mundo, surgiendo el término "dekobrismo" para referirse a la forma en que mezclaba los elementos propios del periodismo y con los de la ficción realista.

La novela está magistralmente escrita y contiene diálogos ingeniosos, resultando muy divertida e inesperada.