FUERTE COMO LA MUERTE

Guy de Maupassant. 1889.

Como si de una película se tratara, el comienzo de la obra es soberbio. La cámara desciende desde lo alto de una claraboya de una casa, captando todos los detalles que encuentra a su paso hasta acabar en la imagen del protagonista del relato.

Admiro a Maupassant, se anticipa a su época, da a sus obras un toque de modernidad cinematográfica. Sus descripciones son tan vívidas, tan reales, que la imaginación se deja llevar por las palabras y la imagen se reproduce claramente en la mente.

Admiro a los escritores que hacen magia con las letras, como fluyen de sus plumas, como nos transportan y nos aprisionan en sus obras... Así es Maupassant. 

Ya de él habló con admiración otro grande, Chejov, al referirse a él con estas palabras: "¡...un artista espeluznante, milagroso, sobrenatural! Una de sus páginas aportará más que toda la riqueza de la tierra. Los movimientos suaves y tiernos del espíritu se vuelven sensaciones fuertes y furiosas. ¡Qué frenesí de gradaciones, de motivos y melodías"... Así es Maupassant.

La obra es una reflexión sobre el amor prohibido y los sentimientos que este nos produce cuando los experimentamos en la madurez, de lo difícil que es envejecer y de renunciar a los deseos de juventud.