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27 de enero de 2019

EL REINO DE LAS MUJERES

Antón Chéjov
Antón Chéjov. 1885.
Escrito con la misma sorprendente sencillez con la que Chéjov se despide de este mundo, aquel 15 de julio de 1904, cuando, tras pedir una copa de champagne, pronuncia ich sterbe (me muero), en una lengua que nunca antes había hablado, el alemán, lengua del país en el que se hallaba. Esa es la sencillez de Chéjov, una sencillez no exenta de una abrumadora profundidad, una sencillez de gigantesca elegancia, una sencillez que penetra hasta en la más profundo. Por eso sorprende, es el logro de llegar a lo complejo a través de lo simple.
La acción transcurre en plenas fiestas de Navidad y se narra a través de un presente continuo. Durante dos días, la casa de Anna Akimovna, la protagonista, es un escaparate de numerosos personajes, cuyas personalidades se transparentan principalmente a través de los diálogos y la forma en la que interactúan, ayudado en ocasiones de escuetas descripciones. Es un libro ligero, de fácil lectura, la narración avanza con agilidad y linealmente, sin que suceda nada extraordinario, los pensamientos van aflorando a través de lo cotidiano.
A partir de las conversaciones, Chéjov edifica un relato en los que desfilan temas propios de la sociedad del momento, teniendo como cimientos las contradicciones y tensiones derivadas de la pertenencia a dos clases sociales. Anna es de origen humilde, pero ha heredado de su padre una próspera fábrica que siente como un ente frío y distante y que es incapaz de administrar. Es, por tanto, heredera de dos mundos que la angustian bajo sus formas antagónicas. Por una parte un mundo miserable, zafio y sucio, que pone toda su energía en la lucha por la supervivencia y, contrastando con este, un mundo frívolo, falso, lleno de convencionalismos, tan cómodo que anula cualquier intento de elevarse... Esta es la tragedia de Anna, el no encontrarse en ninguno de estos mundos.
Esta angustia le lleva a añorar la inconsciencia de su infancia, el frío que le transmiten las personas que le rodean discrepa del calor que recuerda cuando, de niña, estaba junto a su madre. La mente de Anna es oprimida por los constantes contrastes entre los que se encuentra y quedan aún más patentes al interactuar con los personajes que la rodean, dejando al desnudo la realidad del descontento y la infelicidad que le produce la vida. 
Anna se retroalimenta a sí misma a través de la lástima que siente por ella misma. En definitiva, Chéjov se adentra en el alma femenina, dejándonos ver todas las inquietudes y pensamientos a los que está sometida en medio de la sociedad rusa de finales del siglo XIX.

2 comentarios:

  1. Y todo sin adornos ni rodeos y en base a conversaciones como las que podríamos tener ahora ... y es que el propio Chéjov decía que “la brevedad es la hermana del talento”. Un gran libro. Un gran autor.

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    1. Aunque creo que no es de sus mejores libros, sí que lo considero representativo precisamente por lo que comentas (desconocía la frase que citas del propio Chéjov). ¡Muchas gracias por tu aportación!

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¡Muchas gracias por tus valiosos comentarios!